Una regañada propia. Experiencia en el sitio


A veces, probablemente por la costumbre, creemos que la ocupación de instalar vinilos adhesivos lleva pocos riesgos y peligros. Muchas veces se torna en una actividad rápida, de aplicaciones simples, donde una buena parte es solo limpiar y manipular papeles, plásticos y un cutter con cuidado. No hay muchos riesgos con maquinarias, lugares inestables o químicos y lo más fuerte por mucho tiempo puede ser jabón líquido, algo de aguarrás o barsol, y ¡san se acabó!
Sin embargo cualquiera que tenga ya alguna cantidad de años trabajando en uno o varios ambientes, podría ir averiguando que, la costumbre y la tranquilidad derivada de la falta de eventos, incidentes o "sustos", es el mayor de los peligros.
Las personas somos necias, por regla general, y nos hacemos los “tontos” o " jugamos de vivos" y eso pasa en todas las ocupaciones. Muchas veces pasa largo tiempo y no nos sucede nada, o casi nunca tenemos que subirnos a una escalera, a un techo, o exponernos a alguna situación eventual. Nos volvemos ciegos, se nos duerme ese instinto de alarma o miedo, se nos herrumbra cualquier curso de salud ocupacional o cualquier indicación de precaución. También se nos olvida leer los rótulos de advertencia, cuando irónicamente somos a veces los mismos que los fabricamos.
Hace unas semanas estuvimos tapando con vinyl blanco unos vidrios pequeños en ventanas tipo francés, con marco de madera, expuestos al aire libre pero tapados con una precinta bastante larga. Estaban en un "segundo piso" y de forma que por fuera nos podíamos subir a un techo en voladizo.
El pequeño problema es que el techo tenía un grado de inclinación, aunque no parecía del otro mundo el asunto. La precinta de las ventanas nos tapaba por si llovía y de buena decisión (por casualidad) andaba zapatos antideslizantes.
Todo ambiente nos regala sorpresas y cosas que cuesta mucho adivinar o prever, aun cuando tengamos el mejor ojo para medir los riesgos.
La altura para trabajar era de menos de 150cm. No podía estar de pie en frente de los vidrios. Si me levantaba debía jorobarme y bajar el cuello para no pegar la cabeza.
Si me sentaba en frente, tenía que hincarme y pedirle matrimonio a cada ventanal. Eran cuatro vidrios por panel y quince juegos, en total sesenta vidrios pequeños. Como el techo donde me hincaba estaba inclinado, era como si estuviera haciendo un ejercicio de Yoga combinado con el esfuerzo de asomarme a un guindo y aguantar para no irme de frente.
Pero no había de otra y casi siempre uno nada más se coloca en la primera posición cómoda que encuentre. Quince minutos después tenía la espalda con veinte cuchillos clavados.
¡La falta de costumbre!
Es ahí donde un instalador tiene que pensar en su seguridad y valorar el tiempo que dedica en el momento versus el daño posible a su cuerpo. El trabajo salía en unas ocho horas y era totalmente impensable hacerlo de corrido sin descansos y en una sola posición. Había que reposar la espalda e inventar otras formas de acomodarse.
Otro factor fue que, como era un hotel y al aire libre, no me podía dar el lujo de que los pedazos de papel que sobraban del vinilo se fueran con el aire.
Primero: No podemos exponer un basurero en nuestro sitio de trabajo. Cada quien valora esto y tomará la decisión de como manejar su instalación.
Segundo: Los papeles quedarían tirados en todo el techo inclinado, y si permitimos eso, al riesgo de caída le sumamos la necesidad de acercarnos al borde para recoger muchos pedazos que van a dar a la canoa. El techo inclinado a favor de la caída da más problema para manejar el equilibrio.
Todas estas cosas sonarán comunes y corrientes y más para personas que lidian todo el tiempo con trabajos así o más complicados, pero debo recordar que aunque sean pocas las veces que nos enfrentemos a estas variables y a pesar de que parezcan fáciles de manejar, es bueno de vez en cuando analizarlas con un ojo más cuidadoso.
Para poder juntar algunos pedazos que se me salieron de una caja que subí al techo para mantener guardada la basura, tenía que inclinar el cuerpo al lado contrario de la caída. Como este servidor siempre le huye a los acantilados, y el sito no tenía forma de anclarme con algún cinturón, seguro fue todo un Show verme agacharme para atraparlos, además que parecía que estaba desfilando con tacones altos cuando caminaba por los clavos del techo y con una mano agarrando la precinta que tapaba los vidrios.
Más vale uno minutos de risas o burlas que una eternidad de arrepentimientos.
La nota que ahorita les paso les puede despertar un montón de críticas al respecto, pues para ir más allá, hay innumerables formas seguras para trabajar en alturas, y muchos procedimientos más profesionales de afrontar los riesgos. Todos estamos invitados a exponerlos, pero recordemos que el sentido común y la desconfianza continua en donde ponemos los pies es una de las reglas vitales para trabajar con precaución y de forma segura.
Gracias a nuestros clientes de Prado Inn & Suites, ubicados en San José, Avenida 5, Calle 26. por su confianza durante 7 años de servicios varios.
Cristian Gómez, Elementos Visuales